La opinión pública fabricada por la desinformación y la polarización

Las plataformas de redes sociales, los motores de búsqueda y las aplicaciones de mensajería nos han proporcionado la capacidad de acceder a una gran cantidad de información de manera instantánea, pero también han creado un terreno fértil para la manipulación y la propagación de información falsa.

Gracias a estos avances tecnológicos, la desinformación y la polarización han emergido como poderosas herramientas que moldean y distorsionan las percepciones colectivas, en términos de alcance y velocidad de propagación a niveles sin precedentes.

La desinformación definida como la difusión deliberada de información falsa o engañosa tiene como objetivo promover agendas particulares, por ejemplo, favorecer a un candidato o partido político, desacreditar a un rival o a una institución; influir en la opinión pública generando confusión y polarización en la sociedad incluso llegar a desencadenar violencia y muerte.

La desinformación puede presentarse en diferentes formas como: informaciones falsas o engañosas, teorías de la conspiración, datos manipulados o sacados de contexto de forma involuntaria (missinformation); rumores o informaciones maliciosas (malinformation) y deepfakes (archivos de video, imagen o voz manipulados mediante un software de inteligencia artificial de modo que parecen reales.)

Las fuentes de desinformación pueden ser diversas, entre ellas: actores estatales o no estatales, medios de comunicación, plataformas digitales como las redes sociales, bots, trolls, call centers o ciudadanos individuales.

En la era de la información, la desinformación, se propaga más rápidamente y puede llegar a una amplia audiencia antes de que pueda ser desmentida o corregida.

Esto, gracias a los algoritmos de las redes sociales que refuerzan el fenómeno de la posverdad que, distorsiona la realidad priorizando las emociones y creencias personales, frente a los datos objetivos y a la razón.

Un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) demostró que las informaciones falsas se difunden más rápido y llegan a más personas que las informaciones ciertas, al analizar 126 mil noticias desde 2006 hasta 2017. La investigación sobre la difusión de noticias en redes sociales constata cómo las informaciones falsas se retuitearon un 70% más que las reales y las ciertas tardaron seis veces más en llegar por Twitter a 1,500 personas.

Cuando las personas se exponen repetidamente a informaciones incorrectas, pueden empezar a creer en su veracidad, afectando así, su percepción de la realidad, o dicho de una forma, como señaló, Joseph Goebbels, “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.

Este escenario sumado a la falta de verificación o criterio crítico por parte de los receptores de la información puede tener consecuencias negativas, debilitando la opinión pública y la toma de decisiones informadas.

Por ejemplo, en el proceso electoral, se puede evidenciar en la reducción de la participación ciudadana, la alteración del voto, la generación de violencia o socavar la legitimidad de los resultados electorales.

Además de generar un ambiente de polarización política o de división de la opinión pública en donde no existe un punto medio o un lugar de encuentro entre las diversas opiniones que parecen irreconciliables.

Algunos autores sostienen que la desinformación tiene un efecto de polarización política, ya que las personas se encierran en mundos informativos acotados en los que solo acceden a información bajo el prisma de su propia ideología o posiciones políticas (espacios denominados cámaras de eco o “ecochambers”, en inglés), lo que les impide acceder a puntos de vista divergentes.

Sin embargo, otros estudios postulan que el vínculo entre polarización política y desinformación no es significativo – sostienen, que la polarización es responsabilidad de los actores políticos que la incentivan o de los medios de comunicación (OEA,2019).

Es por ello, que tanto la desinformación como la polarización, pueden debilitar la calidad del debate público, dificultar el diálogo entre personas con opiniones divergentes y erosionar la confianza en las instituciones democráticas. Además, los individuos pueden ser explotados por actores maliciosos, como gobiernos autoritarios o grupos con diferentes intereses económicos o sociales, para influir en la política, debilitando la confianza en las instituciones y la toma de decisiones de una nación.

Para enfrentar estos problemas se requiere de una estrategia multidimensional de alfabetización digital que involucre a las plataformas digitales, los gobiernos, los medios de comunicación y los ciudadanos.

Las plataformas digitales deben tomar medidas para reducir la propagación de desinformación como ya lo están haciendo y evitar los filtros burbuja extremos.

Los medios de comunicación también deben esforzarse por ofrecer contenido verificado y equilibrado. Además de promover la importancia de una educación con pensamiento crítico, verificación de la información en línea y la diversificación de fuentes noticiosas, puntos en los que está trabajando el Tribunal Electoral de cara a la Elección General de 2024, a través de iniciativas como: el Pacto Ético Digital, Verificado Contigo y Voto Informado.

-Kemy Loo